Las dos caras de la seguridad en África

Hoy pensaba dedicar la entrada sólamene a la reciente cumbre África-Sudamérica (ASA) celebrada en Venezuela y que concluyó el pasado domingo, sin embargo dadas las noticias que llegan desde Guinea, perece necesario el trazar una paralelismo entre ambas realidades. La Cumbre ASA, la segunda reunión a alto nivel entre ministros, jefes de gobierno y presidentes de más de 60 países de ambos continentes, terminó con algunas importantes – y simbólicas – conclusiones. Las más destacables fueron quizá el enfásis en un aumento en la cooperación entre las regiones en cuestiones de energía y de recursos – con la firma de acuerdos bilaterales entre distinto países; en economía – mediante la adopciñon de los primeros pasos en la creación de un «Banco del Sur» (en el que Argentina, Venezuela y Brasil jugarían el papel principal aportando cada uno US$ 4.000 millones) que sirva de contrapeso a la influencia de instituciones del Norte como el FMI y el Banco Mundial. También se puso de manifiesto la necesidad de avanzar en la creación de un mundo multi-polar en el que tengan cabida países emergentes, mediante la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, así como la importancia de que los países del Sur formen un frente común respecto a las soluciones necesarias para abordar los problemas del cambio climático y de la seguridad alimentaria. Mientras que estas ideas tienen un gran potencial, es fácil preveer que su transformación en algo más que ideas sea un proceso dificil y que quizá nunca lleguen a concretarse. Y como ejemplo de propuesta resonante y simbólica con pocas posibilidades de converstirse en realidad, cabe destacar la lanzada por el líder Libio Muamar el Gaddafi.

gaddaffi

Gaddafi, presidente de turno de la Unión Africana, parece no haber tenido suficiente atención en las últimas semanas en las que ha sido noticia por muy diversos motivos, desde sus problemas en Nueva York para colocar la tienda con la que viaja , a la longitud y las alegaciones hechas en su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU, o la polémica liberación – presumiblemente para garantizar los acuerdos de extracción de petróleo y gas entre British Petroleum (BP) y Libia – por parte del gobierno escocés (apoyado por Downing Street) del libio acusado del atentado de Lockerbie. Así, en su intervención en la Cumbre ASA, se desmarcó con una propuesta de crear «una OTAN del Atlántico Sur». Esta llamativa propuesta, no es sólamente muy difícil de llevar a cabo, y más en línea con la mentalidad de Gaddaffi de líder anti-colonial y promotor de movimientos de liberación en el Tercer Mundo, que con la realidad mundial actual. En su enfásis en la protección contra la amenaza del Norte, Gaddaffi ignora que a menudo son las propias fuerzas de seguridad de los distintos países del Sur – bajo el control de jefes de gobierno que frecuentemente han alcanzado el poder de forma violenta – las que agreden y causan un mayor daño a sus propias poblaciones. Ejemplos de este escenario son por desgracia frecuentes, desde el golpe militar en Honduras – condenado por cierto en la declaración de la Cunbre – hasta la noticia de ayer de la brutal represión de una manifestación en Guinea-Conarky.

guinea

La manifestación fue convocada en repulsa por las señales dadas por el jefe de gobierno, el Capitan Moussa Dadis Camara (quien tomó militarmente control del poder tras la muerte del presidente Lamsana Comte en Diciembre de 2008) de que pretende presentarse a las elecciones del año que viene, a pesar de sus manifestaciones anteriores de lo contrario. Durante la tarde, el ejército cerró el estadio donde se planeaba celebrar el mitin e intentó dispersar a los participantes en la protesta. Fue entonces cuando los soldados abrieron fuego contra los manifestantes causando 87 muertos. Una masacre injustificada, resultado del uso del ejército por parte de líderes militares para acallar las protestas en favor de la democracia en el país, algo que una una OTAN del Sur, por muy revolucionario y anti-colonial que suene, no va a ayudar a resolver.

Somalia, armas, «estado fallido» y piratas

Uno de los grandes focos de atención mediática en el continente africano durante las dos últimas décadas ha sido Somalia. Este país del Cuerno de África – una zona con la que no estoy muy familiarizado – ha estado en las noticias por una distintas razones, todas ellas negativas, aunque al mismo tiempo extrañamente representativas del momento dominante en el escenario global. La más reciente, aquí en España, ha sido la decisión de la ministra española de defensa de recomendar a los armadores de barcos pesqueros que contraten a empresas de seguridad privada para protegerse de la piratería existente en las costas. Esta decisión, aunque quizá sirva para proteger a barcos específicos, no va a solucionar el problema, sino que, avanzando hacia su total militarización puede conseguir que los conflictos en Somalia aumenten.

 Somalia ha estado a menudo en el centro de numerosos debates en relaciones internacionales, especialemente desde 1991-92 cuando se presentó al país como el modelo de «intervención humanitaria» que iba a dominar el mundo unipolar que siguió al fin de la guerra fría y a la primera guerra del golfo – «la guerra para acabar con todas las guerras» (G. Bush I dixit). Esta intervención – liderada por tropas estadounidenses – falló estrepitosamente (y de forma muy gráfica, como demostró el incidente del «Black Hawk Down«) y dejó como resultado un «estado fallido», dominado por señores de la guerra. Así pasó Somalia, para los expertos en relaciones internacionales, la década de los 90, como un ejemplo de la fragilidad de los estados, y de las «nuevas guerras» que dominaban el mundo tras la caída de la URSS. Y como un estado fallido ha continuado durante la última década, pero con una novedad – dictada de nuevo por la situación global. Desde el 11-S, y especialmente desde el lazamiento de la «guerra contra el terror» de Bush II, Somalia se convirtió en uno de los centros mundiales del terrorismo islamista, presuntamente dando cobijo a miembros de Al-Qaeda, al mismo tiempo que creando sus propios grupos islámicos.

Soldados etíopes durante la invasiñon de 2006
Soldados etíopes durante la invasión de 2006

Fueron algunos de estos grupos, asociados  bajo el nombre la Unión de Tribunales Islámicos, los que en verano de 2006 tomaron control de la infame Mogadisco desatando, a finales de aquel año, las represalias militares por parte del Gobierno Transicional Federal – nominalmente aún en control del país (excepto las regiones autónomas de Puntland y Somaliland) – apoyado por una invasón de tropas etíopes y la participación de los Estados Unidos. De aquella invasión, que aunque logró controlar Mogadisco, lo hizo al precio – similar al pagado en 1992 – de inflamar las tensiones centrífugas de la sociedad, y de añadir más armas y dinero a las redes de los señores de la guerra,  emergieron dos nuevos actores – el grupo radical Al-Shabab (ligado a Al-Qaeda), y los famosos piratas que, aunque presentes en la zona durante siglos, convirtieron durante el invierno pasado el Océano Índico en noticia internacional.

Ha estado claro durante mucho tiempo para los distintos comentaristas que Somalia es un ejemplo de un «estado fallido», o más incluso, inexistente. Son redes personales – basadas sobre todo en clanes familiares – las que controlan las armas y el dinero, y están por lo tanto al cargo del país. También es obvio para una mayoría de especialistas, que las distintas intervenciones militares por parte de los EEUU (ya sea directamente o a través de aliados) no hacen sino empeorar la inestabilidad del país, creando un suelo más fértil para «emprendedores de la violencia» – ya sean terrestres y de corte islamita, o marítimos e interesados en unos rescates ques se han ido haciendo más y más jugosos, durante el pasado años, especialmente tras el secuestro del petrolero Sirius Star.

 

El rescate de $3m llega volando
El rescate de $3m llega volando

Si algo parece enseñarnos la historia reciente de Somalia pues, es que militarmente no va a haber solución duradera para el país, sino sólo parches de más bien corta duración. Y sin embargo, la pasada semana demostró que son precisamente este tipo de soluciones las que parecen ser preferidas. Así, el pasado día 14 un helicóptero  americano mató a Saleh Ali Saleh Nabhan un presunto terrorista buscado desde 2002. Unos días antes Hilary Clinton se había comprometido a aportar 40 toneladas de armamento al gobierno nominal de Somalia, el GTF, liderado por Sheikh Sharif Sheikh Ahmad. Como respuesta a estas acciones dos ataques suicidas, organizados por Al-Shabab, mataron a 16 personas, incluyendo un comandante de las tropas de la Unión Africana con base en Mogadisco. Una serie de eventos, por tanto que no presagia nada bueno para el país y que probablemente no hagan sino aumentar la violencia el Somalia y complicar la vida de sus ciudadanos.