Recientemente, ha habido muchas historias que han movido a la gente a repensar algunos de las bases que a menudo sustentan la política internacional y la relación entre África y Occidente (o entre el Norte y Sur globales). Historias como la nueva ronda de pánico financiero y el colapso de los mercados bursátiles o los debates en curso sobre la ayuda y el modelo de desarrollo. En este último frente, por ejemplo, podemos señalar el debate del #1millionshirt que ocupó los titulares (en Twitter) durante casi la totalidad de la semana pasada y llegó a su clímax el pasado viernes. En muchos sentidos, sin embargo, las secuelas todavía se dejan sentir. Los comentarios frenéticos de la semana pasada, han dado sin embargo a un tiempo para pensamientos más tranquilos. Blogs como Texas in Africa y Wait…What? han seguido reflexionando sobre la ayuda al desarrollo desde diferentes puntos de vista.
Incluso yo mismo – aunque no soy parte de la comunidad de ayuda al desarrollo – lo he hecho. Mi aprendizaje personal se reduce a un punto en particular: un convencimiento aún mayor de que la ayuda / los modelos de desarrollo no funcionan (al menos en mi opinión). Para mí los comentarios más interesantes realizados en la charla en vivo del viernes pasado fueron los que sugirieron una «vinculación con el sector privado» y que «las ONG necesitan una estrategia de salida de África». No estoy diciendo que toda la ayuda debe cesar inmediatamente, o que toda la cooperación internacional sea mala – por no mencionar que la ayuda humanitaria en una catástrofe es un asunto completamente diferente. Los departamentos de desarrollo y cooperación de los diferentes gobiernos, las ONG, y los problemas de la ayuda no van a desaparecer por arte de magia (ni probablemente tampoco deberían). Pero se puede seguir puniendo tantas energías, ideas e ilusiones en este modelo. Un modelo que en mi opinión tiene dos defectos fundamentales – esto es, que África necesita ser ayudada, y que el hacer esto recae en Occidente. Ambas premisas son erróneas. Sí, algunas partes de África carecen de infraestructuras, sectores de la población no tienen acceso a servicios básicos, y las economías del continente son más pequeñas que las Occidentales. Pero estos son problemas políticos. Y requieren soluciones políticas. Por lo tanto, es un error adoptar un modelo «técnico» o «despolitizado» para resolver esto. Un modelo en el que, por otra parte, Occidente aparece como quien debe aportar las respuestas (y/o el dinero) – pero, por supuesto, con la «participación» de los «beneficiarios» …
Esta crítica al desarrollo, obviamente, no es nueva, ha sido expresada por numerosas personas, como el académico James Ferguson en su libro “The Anti-Politics Machine”. También los amplios paralelismos entre algunos los principios fundamentales de los modelos de desarrollo y los del colonialismo tardío han sido destacados – de forma brillante por ejemplo, por Frederick Cooper y Packard Randall en el libro «International development and the social sciences: essays on the history and politics ok knowledge». Por supuesto, esto puede parecer una crítica demasiado general, y por lo tanto injusta. También se puede señalar que las cosas han cambiado mucho y que las personas que trabajan en el campo del desarrollo lo hacen a menudo no sólo con buena voluntad, sino también con un conocimiento de la realidad mucho mayor del que yo tengo. Y probablemente tengan razón. Todo lo que digo es que yo, personalmente, ya no creo en idea de «desarrollo».
Además de por su naturaleza “apolítica”, los discursos que sustentan las ideas del desarrollo son a menudo también problemáticos porque implican, como ya he dicho, que de alguna manera el conocimiento occidental tiene un valor «extra». No es necesario profundizar aquí en por qué esto es así, en cómo el conocimiento es producido y reproducido por los que tienen poder y se le concede legitimidad (una crítica hecha muchas veces por los pensadores post-modernistas y post-estructurales). No obstante, durante estos días en los que he estado pensando más de lo habitual acerca de esto, también me he encontrado con una serie de ejemplos que muestran cuan problemático – e hipócrita – es asumir que las cosas o el conocimiento de Occidente, es de alguna manera mejor.
Todos estos puntos se han planteado y elaborado mucho mejor de lo que jamás puede hacer yo aquí por la iniciativa Ghana Think Tank (h/t A Bombastic Element) creado en 2006 y que recoge problemas de los EE.UU y el Reino Unido (Liverpool y Gales) y los envían a think-tanks de Ghana, Cuba, El Salvador, México, Serbia y Etiopía. A continuación se intentó dar solución a estos problemas en:
un intento de llevar partes de una cultura a otra, para disponer de una solución generada en un contexto y aplicarlo en otros lugares. La esperanza es que la fricción causada por estas malas aplicaciones generen resultados interesantes, y que podamos aprender algo sobre las cosas que damos por sentadas, así como las que dan por siertas nuestros homólogos de los otros países. Como tal, el foco del Ghana Think Tank no es la solución de estos problemas por sí mismo, sino las deficiencias en la traducción que se producen dentro del proceso como forma de descubrir nuestras suposiciones, a menudo ocultas.
Esto aparece como una iniciativa fresca e interesante – y que, de forma reveladora, es una idea que circula por los círculos artísticos, no en los políticos – que nos señala lo que debería ser obvio, pero por desgracia no lo es: que la cooperación internacional es deseable, pero que ésta no debería ir en un único sentido. Los problemas suelen tener causas similares en todo el mundo y cuantas más personas piensen en ellos, más fácil es dar con las soluciones. Al mismo tiempo, a menudo se da el caso de que los que tienen una perspectiva más diferente suelen dar con la soluciones más originales. Por lo tanto, es probable que estos think-tanks tengan respuestas originales y válidas a los problemas europeos. Sin embargo, hacer estas soluciones realidad es una decisión política, que se guía por numerosas variables distintas de qué es la mejor solución (en un sentido técnico). ¿Podríamos imaginar al gobierno del Reino Unido aplicando una hipotética solución de un think-tank en Ghana sobre cómo resolver las deficiencias de transporte público en Gales? Probablemente no, o al menos la idea suena extraña. Así que ¿por qué ocurre lo contrario – y, a menudo, con planes e ideas que distan mucho de ser ideales?
Otro ejemplo, observadores de la Commonwealth han sido enviados a vigilar las elecciones de ayer en el Reino Unido– la primera vez que esto sucede. Esto aparece como una curiosidad, pero estos 11 observadores de Asia y África han planteado que existen problemas con:
temas como la apatía de los votantes, el partido de la financiación y el sistema electoral.
Además, la gente se ha quedado sin poder votar al cierre de los colegios electorales, y otros a veces han podido votar sin ninguna prueba de identificación. Estas son irregularidades y deficiencias en el proceso democrático, pero ¿harán las objeciones de estos observadores que sean tomadas en serio y se aborden en el futuro? Lo dudo. Por supuesto, no estoy tratando de poner las elecciones del Reino Unido y de Sudán en el mismo nivel; sé que a pesar de estos problemas, hay diferentes grados de irregularidades – que no es lo mismo la manipulación de una elección que la apatía de los votantes. Pero creo que es interesante examinar estos problemas, y reflexionar sobre lo que nos dicen acerca de la realidad política.
Sabemos que en la actualidad Europa se enfrenta a una crisis que – incluso si es sólo la mitad de mala de lo que puede ser – podría ser muy grave. El desempleo en España es de más del 20%; Grecia, recientemente ha recibido un préstamo del FMI y se ha visto obligada a poner en marcha un programa de austeridad que ha desatado las protestas populares (que han dejado ya tres muertos). Aunque esto no es nada nuevo – en el capitalismo las crisis se producen con regularidad – esta vez la crisis es extremadamente grave. La gente lo ha comparado con el crack de Wall Street de 1929 y la depresión de los años 30. Esto fue hace mucho tiempo, y la mayoría de la gente no tiene memoria de esto. Sin embargo, podemos recurrir a otro ejemplo más reciente: la crisis a la que se enfrentaron los Estados de África tras la crisis del petróleo 1973. Se trató de una devastadora crisis que afectó a todo el continente y en el que la productividad decreció de forma impactante, el desempleo subió como la espuma, industrias enteras (como la minería del cobre en Zambia) colapsadas, numerosos Estados se vieron obligados a recurrir al FMI, cuyos infames de Programas de Ajuste Estructural redujeron drásticamente los servicios públicos, llevando al conflicto político…
Muchos africanos viven en países que han pasado por crisis similares, y mucho peores, no demasiado tiempo. Muchos africanos han experimentado esto en su vida adulta y nos pueden dar consejos sobre esto. Así que, ¿por qué no buscarlos? ¿No sería esto un verdadero ejemplo de cooperación internacional? En el actual contexto internacional, con una grave crisis económica, y los políticos de Europa (y América) carentes de ideas radicales, ¿por qué no buscar consejo en otra parte? Tal vez no de los políticos africanos, pero sí de los ciudadanos africanos. Ghana Think Tank, ¿qué hacemos con respecto a esta crisis de la economía europea? Amigos nigerianos, pueden sugerirnos a los españoles cómo hacer frente a índices de desempleo tan altos? ¿Algún consejo de Tanzania sobre el mejor modo de configurar con éxito una empresas informal que ayude a traer ingresos a la familia (el 8% de las familias en España tiene a todos sus miembros en paro)? ¿Puede algún ciudadano de Zambia sugerir el mejor curso de acción para hacer frente a las severas medidas de austeridad como las que está a punto de adoptar Grecia?