Esta semana marca el 16º Aniversario del comienzo del genocidio de Ruanda, en el que más de 800,000 personas, en su gran mayoría Tutsis, fueron asesinados durante 100 brutales días. Durante estas fechas, diversos actos sirven para mantener viva, de forma oficial, la memoria de las víctimas. Pero, en cierto modo, estos actos no son necesarios para preservar la memoria de lo sucedido. Y es que dada la horrorosa naturaleza de los crímenes perpretados,junto con el hecho de que (al haber sucedido hace sólo 16 años) la gran mayoría de habitantes de Ruanda los viviera personalmente, y a menudo concieran personalmente a muchas las víctimas (y asesinos), hace que la memoria del genocidio esté siempre presente. Pero estos sentimientos se agudizan en la primera semana de Abril y, como señala Graham en el Kigali Wire: la ciudad y el país se trasforman durante estos días, los recuerdos hacen que las personas enmudezcan, las tiendas cierran, y algunos – aquellos que pueden – incluso salen del país.
President Paul Kagame and First Lady Jeannette Kagame, pay their respects to Genocide victims at Kigali Genocide Memorial centre. (Photo by Urugwiro Village) New Times
Mucho se ha escrito sobre el genocido en Ruanda. Sobre sus causas – tanto históricas (la colonización belga, el proceso de independencia), como inmediatas (el desplome del precio del café y la crisis económica, la campaña de propaganda racista promovida por sectores del Gobierno Hutu, la invasión del RPF en 1990 y la subsecuente guerra civil); y sobre cómo éstas dictan las responsabilidades – con visiones que van desde el revisionismo (que intenta negar que el genocidio existiese como tal, o que fuera perpretado contra la comunidad Tutsi), a aquellos que niegan cualquier crimen por parte del RPF. No dedicaré esta entrada pues, a volver otra vez sobre estos temas, ya que no puedo añadir nada interesante a todo lo que se ha dicho con anterioridad.
Me parece más interesante aprovechar esta fecha, para reflexionar sobre cómo la memoria del genocidio continua teniendo una gran influencia sobre la vida política en Ruanda en la actualidad. Una influencia (la de la memoria) que si bien, dado el horror del genocidio y su cercanía, están especialmente presentes en Ruanda, se percibe también en otros países, como Suráfrica o incluso aquí, en España. Bajo el Gobierno de Kagame y del RPF – en el poder desde el fin del genocidio – numerosos aspectos de Ruanda han cambiado extraordinariamente. La visión de Kagame ha hecho de Ruanda uno de los países con un mayor crecimiento económico del continente, buscado el apoyo y las inversiones de países occidentales – EEUU, el Reino Unido (Ruanda ha ingresado en la Commonwealth pese a haber sido colonial belga), e incluso Francia (la reciente visita de Sarkozy ha servido para cerrar heridas abierta por el genocidio y la vergonzosa actuación de este país) – y también de nuevos socios como China; además, en su visión Kagame pretende hacer de Ruanda el centro más importante para las nuevas tecnologías de todo el África Oriental (Kigali será pronto la primera «ciudad wi-fi» del continente); y numerosas ONGs y agencias de cooperación se han establecido en Ruanda (aumentando peligrosamente el número de «mzungu» (blancos), como se señala de forma hilarante en este blog). Es decir, Ruanda se ha convertido en un verdadero «estado desarrolista», en el que el enfásis del gobierno se centra en constuir nuevas infraestructuras y sentar las bases para el crecimiento económico. Por todo esto el gobierno goza de un gran apoyo entre la ciudadanía.
En el aspecto político sin embargo, la hegemonía del regimen de Kagame ha sido a veces criticada. Tanto por organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch, que denuncia la intimidación de la que son víctimas partidos de la oposición de cara a las elecciones de Agosto de este año, como por personas y partidos Ruandeses: coroneles y periodistas que han huido del país, así como, de forma más notable, por Victoire Ingabire. Desde que llegó al poder, Kagame y el RPF han mantenido una posición muy clara respecto al tema de la etnicidad – no se puede hacer referencia a estas categorías en el debate político, ya que son estas ideas las que fueron fuente principal del atroz genocidio. En Ruanda viven ruandeses. Esta posición, es criticada por algunos que ven en el uso que el RPF hace de la memoria del genocidio una manera de mantenerse en el poder – es ilegal cuestionar la visión oficial del genocidio. Ingabire ha sido sin duda la persona que ha expresado esto de forma más clara, sin embargo, como señala esta entrada, alguna de sus afirmaciones con respecto al genocidio (muy cercanas a las tesis revisioni,stas) y la procedencia de la financiación para su partido (que se ha sugerido podrían provenir de los rebeldes del FDLR de la República Democrática del Congo), hacen que tengamos que ser cuidadosos con presentar a Ingabire como una víctima del régimen de Kagame.
Está claro que hay aún muchas cosas que pueden hacerse para mejorar la calidad democrática de Ruanda (como las hay para mejorarla en muchos otros sitios, España incluida), y que la visión desarrollista de Kagame tiene tintes autoritarios. Estos, sin embargo, son problemas extremadamente complejos y delicados, y que deben solucionar los ciudadanos ruandeses; y deben hacerlo a su ritmo y de la forma que consideren más adecuada. Las criticas internacionales a la gestión de Kagame deben hacerse teniendo en cuenta en primer lugar los sentimientos y opinión de la población. Y darse cuenta de que estos sentimientos están influidos profundamente por la memoria del genocidio, que está aún presente y continúa afectando la vida del país de forma muy profunda (como se señala aquí). En días como hoy, debemos simplemente recordar el horror que supuso el genocidio y tener claro que no existe un modelo único para superar un pasado tan traumático como que, por desgracia, sufrióRuanda.