El ataque del pasado día 9 a los futbolistas del equipo Togo que se dirigían a la Copa de África, ha vuelto a poner de actualidad (si bien de forma indirecta) el tema de las fronteras africanas. Muchos se han preguntado por la existencia del pequeño, pero crucial, enclave angoleño entre las fronteras de Congo-Brazzaville y la República Democrática del Congo. Varios comentaristas han señalado que el conflicto en Cabinda, aunque ignorado casi por completo en los medios de comunicación, tiene importantes consecuencias para la población local: por ejemplo, los graves abusos de los derechos humanos por parte del ejército angoleño, que lleva a cabo una verdadera ocupación militar del terriorio para garantizar la extracción de pertóleo en Cabinda – de donde procede un tercio de la producción total del país. Y han pedido por tanto que la atención mediática continúe sobre la región cuando se apaguen los focos de los estadios.
Mapa de Angola y la provincia de Cabinda (Wikimedia)
El tema de las fronteras de los países africanos es en general un aspecto interesantísimo en la política africana, y al que ya hemos dedicado una entrada anteriormente. Es curioso el hecho de que, en los 50 años desde el comienzo de las «independencias africanas», y a pesar de la conocida artificialidad y el origen colonial de las fronteras africanas, sólo se ha producido un acto de secesión que haya resultado en un país independiente – Eritrea declarándose independiente de Etiopía en 1993 – además de algunos intentos fallidos: Biafra y Katanga, por ejemplo. Como hemos señalado con anterioridad, el politólogo Jeffrey Herbst atribuye esta continuidad de las fronteras al hecho de que son las frontera en sí las que constituyen la verdadera naturalez de los países africanos. Mientras que en Europa durante siglos los estados crecieron desde el centro y entraron en conflicto por la demarcación de sus límites, algo que sólo se podía solucionar mediante la guerra, que a su vez reforzaba la centralización de cada estado (veáse la tesis de Charles Tilly), en África, fue la demarcación de las fronteras por las potencias coloniales, lo que dictó la existencia de un estado moderno, tras lo cual estos procedieron a «gobernar», mal que bien, los distintos territorios.
Si la tesis de Herbst fuese acertada y la única consideración, creo que hubieramos visto a más insurgencias de países africanos intentando demarcar nuevas fronteras, y dedicarse a gobernar sus nuevos países. Y sin embargo, lo que se ve con mayor frecuencia en África son insurgencias periféricas, a menudo incluso con una identidad regional o étnica, que marchan hacia el centro para hacerse con la capital del país (por ejemplo la guerrila de Museveni en Uganda, o los rebeldes del R.U.F. en la guerra civil de Sierra Leona. Por eso creo que existen otras dos poderosas razones (además de la distinta concepción del estado señalada por Herbst, y que tiene cierta validez), que son además complementarias, que explican la ausencia de exitosos movimientos secesionistas en África durante estos 50 años.
Primero la decisión de la Organización de la Unidad Africana,de no permitir el cambio de la fronteras existentes durante la descolonización, y de reconocer como jefe del Estado a aquel que controlase la capital – una decisión que se explica precisamente porque, dada la artificialidad de las fronteras, los líderes alli reunidos temían perder su poder y encontrarse como «presidentes sin país». Un resultado de esto – apoyado también por las Naciones Unidas – es el mantenimiento de Somalia como un estado unitario, y el no reconocimiento de Somaliland y Puntland como países, pese a ser territorios donde existe algo parecido a un estado viable. La segunda razón es que, dada la artificialidad y porosidad de muchas de las fronteras del continente, su existencia es en cierto modo, relativamente irrelevante para aquellos que viven en su proximidad. Numerosos grupos étnicos y culturales se extienden a través de fronteras, y antiguas rutas comerciales y de mano de obra atraviesan las fronteras dibujadas a principios del siglo 20. Ejemplos de esto pueden verse en el comercio entre Níger y Nigeria (dominado por comerciantes Hausa que viven en ambos países), o en como los productores de cacahuetes senegaleses, cruzan a la Gambia, si el precio ofrecido allí es más alto. O el libro Willing Migrants, que analiza la historia de los movimientos migratorios Soninké, y la importancia de estos para la sociedad.
Este último punto, la relativa porosidad de las fronteras africanas, y el hecho de que existen numerosos movimientos de bienes y personas a través de ellas, nos lleva a señalar algo crucial para un país – la importancia de tener buenos vecinos. Y es que es dificil señalar un conflicto en África que sea un conflecto excluivamente doméstico. Basta con mirar la relación entre las guerras de Sierra Leona y Liberia, las constantes tensiones entre Etiopía, Somalia y Eritrea (y el apoyo de cada uno de estos países a movimientos insurgentes de los otros países), las campañas de desastibilización llevadas a cabo por los régimenes racistas de Rhodesia y Suráfrica en Mozambique, Angola y Zambia, o el complejísimo entramado de poderes y alianzas de los Grandes Lagos.
Además, todos estos conflictos no sólo afectan a un país cuando éste se ve directamente implicado en la guerra, sino que a menudo los países vecinos han de acoger a millares de desplazados y refugiados – como por ejemplo Tanzania, que ha recibido durante las últimas décadas refugiados de Burundi y Rwanda, además de la República Democrática del Congo; o los refugiados en Chad por el conflicto de Darfur. Estos países, a pesar de sus escasos recursos, dan acogida a un gran número de personas, a menudo durante un largo período de tiempo. Algo que debería servir como ejemplo y poner en perspectiva nuestra «solidaridad», demostrada en momentos puntuales pero que desaparece cuando se trata de convivir diariamente con personas, a menudo inmigrantes, menos favorecidos. Incluso sin llegar a casos tan graves, la importancia de llevarse bien con los vecinos se pone de relevancia cuando aparecen en las noticias referencias a pequeños conflictos fronterizos entre países – por ejemplo las expulsiones mutuas de ciudadanos entre Angola y Congo.
En fin, que parece dificil tener una casa en perfecto estado, si vivimos en un mal vecindario. Algo que parece obvio, pero que nos debe ayudar a poner en perspectiva la complejidad de conflictos como el de Uganda o Sudán, en los que se ven involucrados numerosos países y territorios. Aunque un barrio complicado, como en la vida real, no dictamina un fracaso seguro – así dos de los países con mayor número de vecinos en África, Tanzania y Zambia (ambos tienen frontera con ocho países , sólo detrás de los nueve de la R.D. Congo) han sido dos de los países más estables durante su historia. Por último, hay que señalar que el decir quién son vecinos implica señalar quién pertenece al país, un tema – el de la ciudadanía – tan interesante como el de las fronteras y del que espero escribir en algún momento.
Pues ya estás tardando :o)
Excelente artículo, muy buena reflexión desde las alturas (es decir, generalizando mucho) sobre la geografía política de África. Lo de las alturas no es una crítica, por cierto: a veces hace falta un poco de perspectiva.
Una pregunta y un comentario:la pregunta es por qué no has incluido la ruptura de la Mali Federation (¿cómo se dice eso en castellano?).
El comentario, probablemente un poco absurdo pero en fin, así es la vida, es sobre el tema de las migraciones internacionales en África (en particular, África Occidental). Yo creo que no es sólo que los grupos étincos no sepan de fronteras, es que la mobilidad de la gente, tanto en lo que se refiere a migraciones temporales, circulares o permanentes, tiene unos niveles que hacen de las fronteras poco más que un trámite burocrático en lo que a control de movimientos de población se refiere. Gambia, por ejemplo, la cruzan al día miles de senegaleses que van de Ziguinchor a Kaolack o de sus ciudades o pueblos a Gambia a comprar mercancía que allí es más barata. En la frontera (a no ser que seas de un bonito color pálido blancuzco) ni te preguntan el nombre, y eso que hay cuatro controles: para salir de Senegal, para entrar en Gambia, para salir de Gambia, para entrar en Senegal otra vez. Creo que es normal que un sistema (el de los «»estados-nación»» — con muchas comillas por todas partes) que nace y se desarrolla inicialmente en un contexto concreto, en este caso la Europa del XIX, mute y se adapte al imponerse y desarrollarse en contextos distintos, como es el caso de África. Cuando las fronteras son tan porosas en la vida diaria de la gente quizás el tema de los movimientos independentistas tiene un matiz distinto, como bien dices.
En fin, un tema muy interesante :o)
Estoy con lo que dice Luna, que cuando las fronteras son tan porosas en la vida diaria los movimientos independentistas a menudo tienen que ver con otras cosas además de fronteras. Véase: explotación de recursos minerales, por ejemplo.
Muchas gracias por los comentarios!!!
Especialmente por añadir una perspectiva más desde el terreno a mi resumen de grandes rasgos, y obviamente generalizado…
Sobre la Federación de Mali (supongo que se llamará así), la verdad es que no se mucho los detalles, pero me parece interesante que partiendo de una posición más ventajosa, una unidad más grande y contraria a la «balcanización» de la que avisaba Senghor, durase tan poco.Lo que tampoco sé es si considerar su caso una secesión, o parte de los procesos de independencia.
Y estoy de acuerdo con ambas en que gran parte de los movimientos independentistas (cuando existen) están relacionado con los recursos naturales – quizá porque sin ellos sería más dificil ser economicamente viable…