Aunque hace tiempo que quería escribir acerca de este tema, no había encontrado el momento, o pretexto necesario, para hacerlo. Sin embargo una noticia de la semana pasada, ha vuelto a hacer este tema un poco más relevante. El pasado sábado se firmó en Addis Abeba un acuerdo entre el Presidente de Madagascar Andry Rajoelina, y su predecesor Marc Ravalomanana, al que depuso Rajoelina tras una larga crisis política el pasado mes de Marzo. Mediante este compromiso, apoyado por la ONU y la Unión Africana, los dos políticos se convierten en «co-presidentes» de Madagascar, y prometen trabajar por el futuro del país. Llama sin duda la atención en esta noticia la figura de los «co-presidentes», pero tras el novedoso título se esconde un modelo institucional cada vez más común en el continente. Me refiero a la creación de gobiernos de unidad nacional (GUN) como solución a crisis políticas serias, que a menudo han generado incidentes violentos. Mientras que la solución no es única del continente – veáse los recientes acuerdos firmados en Honduras – la creciente popularidad de esta solución en África plantea, al menos, dos interesantes series de preguntas.
El actual Presidente de Madagascar Andry Rajoelina (foto AFP)
La primera, más inmediata y cercana a la actualidad política, gira alrededor de la cuestión de si estas medidas funcionan, y si contribuyen a un mejor gobierno del país. Esta claro que estos acuerdos aportan estabilidad a estos países. Este fue el caso, por ejemplo, en Kenia, dónde el acuerdo entre Odinga y Kibaki sirvió para poner fin a la violencia post-electoral que causó más de 1.000 muertos a comienzos de 2008. Pero, hay que preguntarse si el precio pagado por esta estabilidad no es demasiado elevado, y si estos acuerdos sirven sólo para legitimar la continuidad en el poder de líderes que han llegado (o se han mantenido) en él de forma no democrática. Así, de haberse respetado la decisión popular, reflejada en las urnas, tanto Kibaki como Mugabe debían haber dejado los gobiernos de Kenia y Zimbabwe tras las elecciones. Sin embargo, a través del fraude y la violencia primero, y de la firma de estos acuerdos después, ambos continúan en el poder. Líderes como Rajoelina (o Micheleti) por su parte han alcanzado el poder haciendo uso de la fuerza, y mediante estos acuerdos se cubren de cierta legitimidad. Es necesario pues, ser crítico con el uso que de estos acuerdos pueden hacer líderes políticos que buscan sólamente garantizar su continuidad en el poder.
Igual de importante para determinar hasta que punto estos acuerdos pueden ser beneficiosos, es analizar el funcionamiento de los GUNs y las decisiones tomadas por éstos. Por ejemplo en Zimbabwe, las relaciones entre ZANU y el MDC están dominadas no sólo por una gran rivalidad, sino también por la desconfianza mutua – lo que hace extremadamente difícil el llegar a cualquier decisión. Además, y a pesar de haber accedido a formar un GUN, Mugabe continúa torpedeando el funcionameniento del mismo, dictando por ejemplo la detención líderes del MDC, y llevando Tsvangirai a boicotear el acuerdo de gobierno (aunque finalmente dió marcha atrás). Otro importante riesgo de la cración de un GUN es que los líderes de los principales partidos políticos (incluídos ahora en el gobierno) caigan en la complacencia y el clientelismo, y que esto genere una falta de respuesta frente a las demandas de la población. El caso de Kenya es especialmente significativo; aquí, la clase política agrupada en torno al gobierno de Kibaki/Odinga ha fallado por completo en la misión de aclarar las responsabilidades políticas y judiciales por la violencia de 2008, dejando esta búsqueda en manos de la sociedad civil y de instituciones internacionales como la CPI, como ya hemos comentado.
El Primer Ministro de Zimbabwe Tsvangirai (izquierda), con el Presidente Robert Mugabe
La segunda serie de preguntas en torno a los GUN es más indirecta, y se refiere al modelo de gobierno más adecuado para los distintos países africanos, y a las preferencia por uno u otro que tienen los distintos actores en el continente – la población, los líderes políticos y la comunidad internacional. Es particularmente interesante la pregunta de si algunos de los elementos del pensamiento político de líderes de la independencia africana, como Nyerere o Kaunda, podrían volver a emerger en el discurso político africano en un futuro. Y es que los GUN existentes en la actualidad tienen un remarcable parecido con las amplias coaliciones formadas por estos líderes dentro de un gobierno de partido único. Un modelo que estos líderes/teóricos defendían, por dos razones. Primero, como la mejor manera de defender la unidad nacional del país – frente a lo que ellos consideraban el peligro de un pluralismo político que diera alas a movimientos étnicos o regionalistas. Y segundo como una forma de promover una democracia consensual, y no mayoritaría, más cercana al ideal que para estos líderes constituía el África precolonial, en el que «los mayores se sentaban bajo un árbol y hablaban hasta que estaban de acuerdo» (Nyerere). Estas ideas perdieron credibilidad y relevancia durante la década de los 70 en la que la mayoría de gobiernos africanos se movieron hacia el autoritarismo, y desaparecieron por completo bajo la ola de democracia multipartidista que barrió el continente – con el apoyo internacional – durante los años 90.
Está claro que la gran mayoría de gobiernos que promovieron un partido único, lo hicieron por razones interesadas y acabaron convertidos en regimenes dictatoriales, y también que las ideas de la democracia practicada en el África precolonial fueron en gran medida idealizadas. Pero estas reflexiones no deben invalidar el valor que puedan tener las ideas de «democracia consensual» defendidas por estos líderes (y posteriormente por filósofos como Kwasi Wiredu – en su modelo de democracia «no-partidista»), en favor de un modelo de democracia africana distinto al Occidental, y más adecuado a las realidades del continente. Ni tampoco pueden esconder el hecho de que la democracia promovida desde muy diversas posiciones durante los años 90 – junto con una liberalización económica – apenas ha reportado beneficios a la mayoría de la población africana. Es más, en muchos casos las transiciones democráticas han sido simples reformas estéticas dirigidas al consumo internacional. Este punto ha sido argumentado con brillantez por el politólogo nigeriano Claude Aké en su libro The Feasibility of Democracy in Africa, (Dakar,CODESRIA,2000), en el que denuncia la irrelevancia y falsedad de las reformas en favor de democracia liberal adoptadas por los gobiernos africanos – con un gran apoyo (o presión) internacional – y contrasta éstas con la democracia social – que garantice no sólo los derechos políticos sino también socioeconómicos – verdaderamente necesaria en África, y por el que lucha la mayoría de la población.
Portada del libro de C. Aké
En resumen, que la aparición de estos GUN en diversos países del continente constituye, en mi opinión, un proceso interesante. Existen numerosos riesgos como hemos apuntado, que exigen que se esté vigilante acerca de su funcionamiento. Pero quizá, si alguno de estos experimentos tiene éxito y logra no sólo dar al país estabilidad, sino beneficiar a la mayoría de la población, sea posible establecer un diálogo más abierto acerca del significado de la democracia en África, alejado del fetiche de la elecciones multi-partidistas. Un diálogo en el que quepan ideas que muchos quizás creían extinguidas, sobre la democracia social, la distribución de los recursos económicos, y en el que exista una mayor libertad y creatividad a la hora de establecer instituciones de gobierno verdaderamente representativas y adecuadas al continente africano.
Thanks a lot for the insight you have give to people about GNU.
i need to know the meaning of government ofr national unity in africa and the factors whuch lead the formation of it