Hoy me gustaría hacer un breve comentario acerca de los sucesos ocurridos en Durban (Suráfrica) ya que, aunque no son muy recientes, merece que se les dé la máxima publicidad posible. Aunque los sucesos han sido ignorados por la mayoría de medios comerciales españoles, medios alternativos, grupos de la sociedad civil y movimemientos sociales han comenzado una campaña de solidaridad con la organización ciudadana Abahlali baseMjondolo (AbM) – «los que viven en chabolas» en zulú. Los miembros de este colectivo fueron víctimas, a finales del pasado de mes, de un brutal ataque perpetrado por un grupo de unos 40 hombres armados que, con la connivencia de la policía, golpearon salvajemente a los habitantes de Kennedy Road – dejando un total de cuatro muertos – y expulsaron a más de 1.000 habitantes de sus chabolas – a las que posteriormente prendieron fuego. Aquí se puede leer la historia completa, en un comunicado en castellano de la propia asociación).
Tras el ataque, ocurrido el pasado sábado 26 de Septiembre, la policía y las autoridades no sólo no detuvieron a los culpables, sino que procedieron a la detención de los miembros del Comité de Desarrollo de Kennedy Road (elegidos democráticamente). ¿Cómo es posible que esta violencia organizada, dirigida contra una organización popular, quede impune en una nación que se congratula de ser líder del continente? ¿Se tratan estos eventos de un «golpe silencioso» contra la democracia suráfricana, que con tanto trabajo emergió del brutal régimen del apartheid – como sugieren Nigel Gibson and Raj Patel en un número especial de Pambazuka, dedicado a AbM?
Existen desde luego detalles muy preocupantes alrededor de los sucesos de Kennedy Road, como han señalado varios comentaristas. Para empezar, parece que el ataque, lejos de sorprender a las autoridades fue organizado (y en él participaron miembros) por el African National Congress (ANC), el partido del Presidente Jacob Zuma, y todos los jefes de Gobierno desde el fin del apartheid. Jackson Gumede, presidente local del ANC parece estar detrás del ataque y continúa en la actualidad teniendo bajo control el asentamiento en el que se han refugiado las personas expulsadas de sus casas. Al mismo tiempo, el Presidente de AbM, S’bu Zikode, cuya casa ha sido destruída, se encuentra escondido y teme por miedo a su integridad física. Esto es claramente inaceptable en una democracia como Suráfrica.
S’bu Zikode
Cabe preguntarse en este punto, ¿que han hecho los miembros de AbM para merecer esta feroz represión? La respuesta es, organizarse democráticamente y defender los derechos de los que menos tienen? En palabras de S’bu Zikode, Abahlali baseMjondolo defiende una «política viva que viene de la gente y se queda con la gente. Es nuestra y es parte de nuestras vidas…Está hecha en casa con lo que tenemos, por nosotros y para nostros». Este filosofía, todo un ideal democrático, se ha traducido desde el comienzo de AbM en 2005, en un verdadero movimiento popular de miles de personas y 30 asentamientos que defienden sus viviendas, y derechos a una vivienda digna en la ciudad, además de organizar campañas para pedir servicios básicos (limpieza, saneamiento, agua, etc…). También ha conseguido acceso a la educación para los niños, y han organizado numerosos cursos y talleres para los habitantes. Nigel C. Gibson ha escrito un interesantísimo artículo comparando la «política viva» de AbM con la filosofía de liberación de Franz Fanon. Incluso se ha creado la «Universidad de Abahlali baseMjondolo», desde la que se ha lanzado un verdadero reto intelectual a numerosos académicos y ONGs que pretenden hablar desde el «Sur-global» sin dar voz a las personas que realmente viven en él.
Quizá la acción políticamente más relevante sin embargo – y la que puede haber causado las represalias por parte del ANC – ha sido la campaña de AbM por la abstención en las elecciones locales, bajo el lema: «No hay tierra, No hay casa, No hay voto». Una verdadera declaración democrática que refleja la exclusión a la que se enfrentan las capas más pobres de la sociedad surafricana. Quince años después de que Mandela se convirtiera en presidente, los sucesos de Kennedy Road demuestran que queda mucho por camino por andar hasta que Suráfrica sea una sociedad verdaderamente justa y democrática, y que el liderazgo en esta lucha lo llevan los ciudadanos de Abm, y no los políticos del ANC.